Sam Dodsworth es un importante empresario que acaba retirándose de su negocio y decide aprovechar su nueva libertad para emprender un viaje a Europa con su esposa Fran. El viaje, que supuestamente iba a ser idílico, acaba sacando a la luz las diferencias entre ambos hasta acabar separándoles: Sam es como un niño, ilusionado por descubrir Europa por primera vez, mientras que Fran está más preocupada por parecer sofisticada y aparentar menos edad de la que tiene, lo cual acaba traduciéndose en coqueteos con toda una serie de hombres.
Sin ser una de las mejores obras del gran William Wyler, este drama resulta sumamente interesante por el tema que se atreve a tratar y por la construcción de los personajes, que es la base de todo el film. Resulta descorazonador recordar las escenas en que inician el viaje ilusionados y compararlas con todo lo que les sucede en Europa. Poco a poco vamos comprobando cómo este cambio de aires ha afectado sobre todo a Fran, que de repente parece interesada sólo por seguir la moda francesa y codearse con gente importante. En ese sentido no podemos evitar simpatizar con la simpleza y honestidad de Sam, quien le recuerda constantemente que por mucho dinero que tengan ellos no dejan de ser dos paletos americanos. De hecho la simple mención de que ella es la hija de un cervecero le sienta a Fran casi como un insulto. Esta actitud tan paranoica llega a su máximo nivel cuando su hija da a luz y Sam le recuerda sarcásticamente que deben comportarse como buenos abuelos. El hecho de ser abuela la lleva al extremo de no querer hablar con su hija por teléfono el día del parto por miedo a que el invitado al que esperan se entere de la noticia, y por tanto de que es mayor de lo que dice ser.
Uno no puede evitar entonces simpatizar con el honrado Sam, que no sólo está por encima de esas manías sino que además le perdona sus coqueteos. Como ejemplo de ello tenemos la escena que tiene lugar en el barco en que Fran le confiesa que ha estado coqueteando con un apuesto inglés (interpretado por un joven David Niven), a lo que él responde no con celos o furia, sino burlándose de ella por haber sido tan coqueta sin saber dominar la situación. Este primer ligue le servirá a Fran como experiencia cuando su rechazado amante le eche en cara su contradictoria moralidad: le gusta coquetear con él pero se siente culpable si se atreve a llegar más allá. Fran aprenderá la lección y con su próxima conquista se atreverá a dar ese paso adelante.
Sin embargo, en un intento de hacer justicia a ambos miembros de la pareja, también se nos hace un seco retrato de la forma de ser de Sam, que ciertamente es comprensivo y poco celoso, pero también es maniático y obsesionado con su trabajo. En su breve estancia en casa sin su esposa no cesa de gritar a su hija porque no ha conservado la biblioteca como a él le gustaba, haciéndonos preguntar si echa de menos a Fran porque la quiere o porque le resulta más cómodo vivir con ella. Resulta comprensible que Fran se cansara de esa vida y que la excitante nueva vida que se le presentara en Europa se le hiciera más excitante.
No sería exagerado decir que gran parte del film se sustenta en la interpretación de Walter Huston, uno de los más grandes y olvidados actores de la época, que desempeña como de costumbre una actuación memorable que ya justifica por sí sola el visionado de la película. Una sola mirada suya nos consigue dar a entender el estado en que se encuentra el personaje. Desafortunadamente, hacia la mitad del metraje el film pierde algo de interés al no saber condensar situaciones un tanto repetitivas que alargan demasiado la trama y hacen que el resultado final se resienta un poco.
Eso sí, no se hace ningún tipo de concesiones a la relación del matrimonio y se evita caer en el burdo happy ending, que aquí habría sido desastroso. La escena final en que ambos vuelven a EEUU en barco es tan ácida que me resulta casi insólita para la época: la pareja que emprendió el viaje de ida felizmente abrazados vuelven sin tener nada de que hablar, asqueados y comprendiendo que ya no tienen motivos para estar juntos. El paradigma del clásico matrimonio americano feliz reducido a cenizas.
Franco ES Uno de los mas grandes Gobernantes que ha tenido España, y lo de memoria historica eS falso de cabo a rabo. es memoria HISTERICA.