Veinticuatro Ojos [Nijushi no hitomi] (1954) de Keisuke Kinoshita

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Conmovedor film japonés situado en la pequeña y humilde isla de Shodoshima a finales de los años 20, donde llega una joven profesora nueva llamada Hisaki Oishi para educar a doce alumnos de primer curso (de ahí el título del film, ya que serán los veinticuatro ojos de estos niños los que estarán observándola durante su primer año en la escuela).

Ésta es junto a Carmen Vuelve a Casa (1951) y La Balada de Narayama (1958) la película más famosa del olvidado director Keinosuke Kinoshita, que también firma aquí el guión basado en una novela. Veinticuatro Ojos es uno de los mayores exponentes de la excelente salud de la que gozaba el cine japonés en los años 50 tras haber superado la dura posguerra y que le permitió darse a conocer exitosamente en occidente.

En mi opinión, una de las claves del film es que consigue combinar perfectamente momentos preciosos y emotivos con otros de una terrible crudeza. Kinoshita no cae en el recurso de mostrar en la primera parte una visión idealizada de la infancia de los niños para después mostrarnos su futuro, sino que en todo momento planea sobre los niños la amenaza de lo que les espera en el mañana. De hecho una de los primeros comentarios que hace la profesora a su madre sobre sus jóvenes alumnos es que después de clase no tienen tiempo para jugar porque han de ayudar a sus humildes familias a seguir adelante.

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La primera parte de la película nos muestra uno de los temas más habituales en el cine japonés de la época, que es el enfrentamiento entre la tradición japonesa y la modernidad. La nueva profesora no gusta a la gente del pueblo debido a que tiene el descaro de vestir con ropa moderna y viajar en bicicleta, algo inaudito para una mujer en el Japón más rural y tradicional de 1928. Además, en la escuela se toma algunas libertades bastante chocantes como preguntar a los niños qué apodo tienen para dirigirse a ellos por éste o hacerles cantar canciones no tradicionales.
La hostilidad de la gente del pueblo cesará cuando la profesora sufra un accidente por culpa de una pequeña travesura y se tuerza el tobillo. Los alumnos deciden ir a visitarla a su casa ignorando que se encuentra a muchísima distancia de la escuela y cuando llegan ahí están cansados y hambrientos. La dulce Hisako les consolará y les proporcionará una buena comida, acto que hará que los padres de los pequeños se reconcilien finalmente con la profesora.
Esta primera parte del film es la más agradable y emotiva. Cabe reconocer que tanto la protagonista (Hideko Takamine, una de las actrices más importantes de la historia del cine japonés) como los niños hacen un gran trabajo y resultan totalmente convincentes. Además, Kinoshita se sirve del paisaje para enmarcar a los personajes en un entorno que es al mismo tiempo hermoso (los paisajes rurales, los numerosos planos del mar…) pero no idealizado, ya que en todo momento vemos las humildes y a veces incluso desastrosas casas de los habitantes del pueblo.

Debido al accidente, Hisako tendrá que trasladarse del colegio durante cinco años. A su retorno los niños han cambiado sustancialmente y están empezando a pensar en su futuro, pero le siguen guardando el mismo cariño que cinco años atrás. Es entonces cuando la dura realidad empieza a afectar directamente a la vida de muchos de ellos.
Una joven pierde a su madre, enferma tras un parto, y debe dejar la escuela para cuidar del bebé, que inevitablemente acaba muriendo también. Sola y con un padre hundido y entregado al alcohol, es adoptada. Más adelante en una excursión escolar Hisako descubrirá que ahora tiene una dura vida como camarera. Cuando después de su encuentro la pequeña sale en busca de la profesora para decirle unas últimas palabras, se esconderá muerta de vergüenza al ver a sus antiguos compañeros. Resulta terrible comprobar en qué se ha convertido la vida de esa niña que poco antes pedía caprichosamente a su madre una fiambrera con dibujos de azucenas porque todas las niñas de clase tenían una nueva.

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Esa mencionada excursión que la profesora se encarga de recalcar que es un momento para recordar toda la vida, será el momento que separe definitivamente su infancia de la edad adulta. En el viaje en barco los niños todavía son felices e inconscientes, y comentan alegremente cómo se han pagado la excursión trabajando o ahorrando mucho. A partir de entonces empiezan a surgir más problemas relacionados con su futuro. Una de las niñas con especial destreza para el canto quiere estudiar música pero está condenada a trabajar en el restaurante de sus padres. Todos los niños quieren convertirse en soldados porque eso es mejor que ser pobres pescadores como sus padres. Y lo peor de todo es que Hisoki no puede hacer nada para evitarlo, el film plantea todos estos hechos como una inevitable consecuencia del destino sin dar esperanza a cambiarlos. Esto se refleja a la perfección en el momento en que una alumna le confiesa llorando el estado de miseria en que están sus padres a lo que la profesora le responde: «No te desanimes, tienes que ser fuerte. A lo mejor te estoy pidiendo un imposible pero no sé que otra cosa puedo decirte. Si tienes ganas de llorar, ven a visitarme y lloraremos juntas«.

Los tiempos se vuelven duros, Japón se va a enfrentar a un largo periodo de guerras y en la escuela Hisoki sufre amenazas de ser acusada de comunista. Incapaz de poder contemplar cómo las vidas de sus adorados niños se abocan a la desgracia, decide dejar el trabajo de profesora: «Me gustaría dejarlo y abrir una tienda de dulces. Creo que he hecho todo lo que he podido por mis estudiantes, pero es imposible que haya lazos duraderos entre nosotros. Los profesores y los alumnos están unidos por los libros de texto oficiales. Siempre es «lealtad y patriotismo», la mitad de mis alumnos quieren ser soldados… ¡lo odio!«. A lo que su marido responde irónicamente «¿Quieres acabar con la guerra abriendo una tienda de dulces?», dando a entender algo que ella pronto descubrirá por sí sola y es que por mucho que intente huir de la realidad alejándose de la escuela, tendrá que seguir enfrentándose a ella.

Cuando la paz vuelve a Japón, Hisoki decide regresar a la escuela, donde ahora enseñará a los hijos de sus antiguos alumnos. En homenaje a su antigua profesora, los supervivientes de aquella clase hacen una fiesta en su honor, una escena que refleja la devoción tan típicamente nipona hacia los profesores. Durante la fiesta surge un momento precioso cuando contemplan la fotografía que se hicieron juntos 17 años atrás siendo unos niños y le preguntan a uno de los presentes, que se ha quedado ciego por culpa de la guerra, si la recuerda. Éste responde que la puede ver perfectamente y empieza a describirla con detalle. Tras tanto tiempo y tantas desgracias, sigue permaneciendo imborrable en sus mentes el recuerdo de los rostros de aquellos felices e inocentes, rostros de unos niños aún inconscientes del futuro que les esperaba.

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