Aunque el cine de Terry Gilliam ya de por si no suele dejar indiferente, Tideland fue una obra que en su momento dio bastante de que hablar. Su estreno fue muy dificultoso y en muchos países llegó con bastantes años de retraso. Además, en la mayoría de festivales en que se proyectó fue masacrada por la crítica. El caso más recordado en España fue la proyección que tuvo lugar en el Festival de Cine de San Sebastián, durante la cual gran parte del público abandonó la sala a mitad del film. Todo esto hizo que durante un tiempo los que somos fans de Terry Gilliam ansiáramos aún más ver su última obra esperando algo absolutamente radical, y más teniendo en cuenta que el argumento tenía que ver con una niña cuyos padres son un decadente matrimonio de yonkis. Sin embargo, una vez vista, no pude evitar sorprenderme de que hubiera causado tantísimo revuelo. Obviamente no es una película fácil y tiene ciertos detalles que se prestan a polémica, pero en pleno siglo XXI, cuando ya se ha visto prácticamente de todo en las pantallas de los cines, me sorprende que un film como Tideland sea tan polémico. No es especialmente difícil o transgresora ni tampoco visceral, pero sí que es cierto que es una película muy especial.
La protagonista de la película es Jeliza-Rose una niña que vive en un hogar (si es que se le puede llamar así) desastroso y decadente. Sus padres son drogadictos y discuten continuamente, pero ella lejos de estar traumatizada lo ve como algo normal. Cuando la madre de Jeliza-Rose muere de sobredosis, su padre, Noah, decide huir con ella a la casa que tiene en el campo la abuela de la niña. Una vez ahí, descubren que la abuela hace tiempo que también murió y que la casa está totalmente en ruinas. Lejos de desanimarse se instalan, pero Noah pronto fallecerá también de sobredosis y Jeliza-Rose se encontrará sola con sus pensamientos y su imaginación en ese extraño entorno.
La clave para ver Tideland y sobre la que Terry Gilliam ha insistido muchísimo, es que se trata de un film creado a partir de la mirada inocente y sin prejuicios de una niña, y por tanto ése es el punto de vista que debería adoptar el espectador a la hora de visionarlo, ya que aunque cuenta una historia terriblemente dura Tideland jamás cae en dramatismos. De hecho lo que viene a mostrarnos Gilliam es cómo una niña inocente supera una serie de sucesos terribles porque no es consciente de ello sino que los vive desde su forma particular de ver el mundo. Un ejemplo clarísimo de ello se encuentra en una de las primeras escenas del film en que Jeliza-Rose prepara a su padre la jeringuilla con droga. Gilliam no enfatiza este hecho ni le da relevancia, de hecho ni siquiera nos muestra un plano cercano de Jeliza-Rose preparando la jeringuilla para remarcarnos su acto, sino que lo trata con indiferencia, como si fuera lo más normal del mundo, porque así es como ella lo ve. Lo mismo sucede cuando su padre le anuncia que su madre ha muerto y la pequeña responde con un simple y contundente «¡Ahora podremos comernos sus chocolatinas!».
A partir de cuando ella pierde también a su padre y queda abandonada a su suerte, el film se concentra entonces en el mundo personal e infantil de Jeliza-Rose sumergiéndonos directamente en su imaginación. Es aquí donde entra en juego la dirección de Terry Gilliam, y donde cobra más sentido que nunca su forma tan fantasiosa de contar historias y de relacionarla con la dura realidad. Por ejemplo, el vagabundo de El Rey Pescador (1991) que aún viviendo en la decadente Nueva York se cree que es un caballero medieval, el aburrido oficinista de Brazil (1985) atrapado en una sociedad futurista gris que sueña con poder volar, el protagonista de Las Aventuras del Barón Munchausen (1988) harto de un mundo sin fantasía, e incluso los ancianos trabajadores de la compañía de seguros de El Sentido de la Vida (1983) que se acaban amotinando. Jeliza-Rose se suma a este tipo de personajes que se encuentran en un contexto desesperado o alienante y que utilizan su imaginación para dar sentido a todo lo que le sucede. En este caso, al ser la protagonista una niña, queda más justificado que nunca el recurrir a este surrealista mundo de fantasía tan típico de Gilliam.
Para dar pie a todos sus pensamientos y reflexiones se recurre a unas aterradoras cabezas de muñeca que sirven para que Jeliza-Rose pueda dialogar consigo misma y en cierta forma sentirse menos sola. A lo largo de la película irá perdiéndolas una a una como simbolizando la pérdida de ese mundo tan inocente de fantasía para entrar en la madurez.
Tomando como inspiración el cuento de Alicia en el País de las Maravillas, al que Gilliam hace referencia de forma indirecta con la madriguera del conejo y de forma directa cuando Jeliza-Rose lee la historia a su padre, la protagonista irá pasando por diversas etapas marcadas sobre todo por el encuentro con dos excéntricos personajes: Dell, una extraña mujer madura que diseca animales y tiene pánico a las abejas, y su hermano Dickens (un excelente Brendan Fletcher), un joven que vive tiranizado por ésta y con problemas mentales que le convierten en un ser tan inocente como la propia Jeliza-Rose. Ambos acabarán protagonizando una historia de amor que a mí personalmente me parece de una belleza y de una pureza excepcionales. En ningún momento se cae en la más mínima sensiblería, y Gilliam no sólo sabe tratarla con mucho tacto sino que además lo hace con toda sinceridad, sin ningún pudor, sabiendo que nos está contando la historia de amor entre dos niños (por mucho que Dickens sea adulto) y que no está mostrando nada vergonzoso a ojos de ellos. Éste es probablemente el punto más conflictivo del film, puesto que si uno no entra en el juego de ver todo como los protagonistas no puede evitar escandalizarse al ver una historia de amor con tintes de pedofilia. Por la forma como nos la cuenta Gilliam resulta obvio que el director no ve nada de eso y nos la muestra con la misma ternura que si estuviera contando un romance infantil.
Gilliam nos transmite esa sensación de irrealidad o fantasía gracias a una serie de recursos: los personajes de Dell y Dickens, que de por si ya son tan delirantes que contribuyen a que no tengamos ningún punto de referencia de normalidad en que sostenernos; su estilo de dirección tan recargado con multitud de planos inclinados y travellings que dan una sensación de inestabilidad o caos; la ambientación y puesta en escena de todo lo que rodea la casa, que por momentos parece más una mansión terrorífica en contraste con la serena naturaleza del entorno, y la convivencia directa entre fantasía y realidad que se va acrecentando a medida que avanza la película (por ejemplo, durante la primera parte del film cuando Jeliza-Rose conversa con sus muñecas lo hace poniéndoles voz, pero a partir de cierto momento las voces de las muñecas suenan sin que la niña esté hablando por ellas; así mismo al inicio del film ella habla con una ardilla aunque ésta sólo emite sonidos de roedor, pero al final de la película la ardilla le responderá hablando con voz humana).
Todo esto hace de Tideland un maravilloso e interesantísimo film que en mi opinión constituye la obra cumbre de su director junto a Brazil. Tanto en aquella película como en ésta es donde Gilliam ha conseguido dar rienda suelta a sus temas más habituales y a su estilo tan personal con más eficacia y estando justificado por las exigencias del argumento. A diferencia de Brazil, Tideland es un film más maduro y comedido (claro que para lo que Gilliam es maduro y comedido, para otro director es excesivo) donde combina la fantasía junto a momentos de una pureza y sinceridad que confirman que es sin duda uno de los mejores directores actuales en activo. Una de mis películas favoritas de esta década.
Tideland es Terry Gilliam al 100%, si te quedas fuera de su mundo te aburrirás e indignarás, si entras en él vivirás un expereciencia irrepetible.
Estoy muy de acuerdo con todo lo que has dicho, sigo manteniendo que es una película dificil para el espectador que no conoce el universo Gillam, pero para nada escandalosa (el gran Carlos Boyero casi vomitó sangre al hablar de lo supustamente efectista que era esta cinta)
Es una historia de transición a la madurez, un relato sobre primer amor (quién vea ecos de pedofilia en la relación entre Jeliza Rose y Dickens está realmente enfermo) y una despliegue visual tan impresionante como necesario para retratar la mente de una niña aislada del mundo real.
Una genialidad que mereció mucha mejor suerte.
Pd: Jeff Bridges es dios.
haciendo zapping una noche esquivando balas ,crimenes y tetas…por la mayoria de los canales de tv encontre una pelicula que supe desde el primer momento que era diferente,
entre en un mundo de fantasia y encanto y quede fascinada
la mejor pelicula vista desde la vision inocente de una niña pff mi pelicula favorita!!!!!
Completamente de acuerdo con todo. Yo soy una persona bastante sensible a las escenas duras en las películas (sufrí muchísimo con filmes como Ocurrió cerca de tu casa o Réquiem por un sueño, y no soporto las películas de terror) y sin embargo esta película que tanto escandalizó me parece bonita y tierna, de un modo algo extraño, pero para nada inmoral (por otra parte la moral no es un criterio para juzgar la calidad de una película).
Esto va de cabeza a favoritos.
Por cierto menos mal que no me creí ninguna crítica y la compré directamente en dvd (en Bilbao creo que ni la echaron en cines).