Alma Rebelde [Jane Eyre] (1944) de Robert Stevenson

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Cuando uno se enfrenta ante la adaptación cinematográfica de un clásico de la literatura se topa con el problema de que es muy difícil que la película esté a la altura del original, y más cuando se trata de una versión que ha pasado por el filtro de Hollywood con lo que ello implica: aligerar la trama, simplificar los personajes, eliminar pasajes del libro, etc. Aún así, del Hollywood clásico han surgido muy buenas adaptaciones de clásicos como Anna Karenina (1935) de Clarence Brown o Cumbres Borrascosas (1939) de William Wyler, en que tuvieron el acierto de eliminar la parte final de la obra para no verse obligados a condensar todo en dos horas.

Jane Eyre de Charlotte Brontë tampoco era una novela fácil de adaptar manteniendo su espíritu original, pues la historia de una joven huérfana que acaba trabajando de institutriz para un misterioso noble del que se enamora daba para un melodrama sentimental bastante empalagoso. Por suerte, no es éste el caso. No en vano, en el guión colaboró gente como el prestigioso productor John Houseman o el novelista Aldous Huxley, y además partían no tanto de la novela como de la adaptación radiofónica que ya había hecho Orson Welles con el Mercury Theatre.

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Por otro lado, la elección de Joan Fontaine para encarnar a Jane Eyre no podía ser más acertada y evidente. Fontaine había logrado hacerse famosa gracias a su papel protagonista en la obra maestra Rebeca (1940) de Hitchcock, en la cual encarnaba a un personaje idéntico al de la novela de Charlotte Brontë: una joven huérfana e insegura que se acaba enamorando de un misterioso noble. Si tan bien se le dio el papel protagonista de Rebecca, todo indicaría que también haría un buen trabajo en Alma Rebelde (ya me perdonarán que use el título en español), pues no haría más que repetir exactamente el mismo papel.
El encargado de interpretar a Mr. Rochester fue Orson Welles, en uno de esos papeles alimenticios que le servían básicamente para disponer de dinero para sus próximos proyectos propios. Welles, un excelente actor, dota al personaje de más oscuridad aún que en el libro.

Con estos ingredientes, difícilmente podía salir una mala adaptación de Jane Eyre, y afortunadamente el resultado es favorable. Se conserva el espíritu de la historia y es fiel a la novela aunque obviando, claro está, algunos capítulos puesto que es demasiado extensa. Sin embargo, hay un aspecto negativo que le achaco como consecuencia de intentar sintetizar en menos de dos horas una novela tan extensa, y es que no acabo de ver que funcione la relación entre Jane Eyre y Mr. Rochester. En la novela, Brontë dedica muchas páginas a esta relación para que podamos comprender cómo Jane pasa de temerle a respetarle hasta finalmente amarle. En la película se sintetiza demasiado rápidamente su relación y choca un poco que pase tan repentinamente a amar a un hombre tan oscuro y éste a una joven que en principio desprecia. Aunque es imposible dedicar tanto tiempo como en la obra original a su relación, habría sido conveniente dedicar algunas breves escenas más para hacerla más natural y creíble.

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A cambio, el film goza de una muy buena dirección en que destaca la puesta en escena sobre todo en lo que concierne la mansión de Mr. Rochester, con esa tenebrosa niebla y esos interiores oscuros y misteriosos que enfatizan la idea de que hay algo oculto tras esos muros. En lo que se refiere al tenebroso personaje de la esposa oculta de Mr. Rochester, está tratado quizás de forma algo grotesca con esas risas siniestras típicas de locos de películas de terror, pero a cambio se tiene el acierto de no mostrar en ningún momento su rostro. Se recurre al viejo truco de dejar que el espectador imagine a partir de lo poco que se sugiere y de esa forma se mantiene ese aire misterioso que envuelve al personaje en la novela.
También destaca el trabajo de fotografía, patente por ejemplo en la composición de algunos planos bastante complejos en que Jane Eyre aparece en un primer plano mientras de fondo se ve al resto de personajes, como resaltando la distancia que separa esos dos mundos.

En conclusión, este Jane Eyre es una adaptación muy sobria y bien realizada que, sin ser una obra maestra, nos muestra una versión del Hollywood clásico de la novela de Charlotte Brontë sin pervertir el estilo de la novela original y sin caer en la tentación de convertirla en un melodrama romántico.

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