La Luz Azul [Das Blaue Licht] (1932) de Leni Riefenstahl

A finales de los años 20 la bailarina reconvertida en actriz Leni Riefenstahl había logrado la fama que tanto ansiaba gracias a una serie de películas que había filmado junto al director Arnold Fanck, conocidas como bergfilm o «películas de montaña». No obstante, a Riefenstahl las limitaciones que le imponía el género a nivel creativo le estaban empezando a resultar molestas. Ella ambicionaba ser una actriz dramática capaz de desenvolverse en otro tipo de filmes, pero ninguna productora de cine importante se animaba a darle esa oportunidad por considerar que era demasiado limitada para ello. Riefenstahl, lejos de desanimarse, decidió pues que si nadie quería darle un papel diferente a los que hasta ahora había encarnado, se lo inventaría ella.

Desde hacía tiempo había escrito un esbozo de historia con tintes de leyenda que le proporcionaba un tipo de personaje protagonista que se desmarcaba de los que había interpretado hasta entonces. Dicho esbozo pasó por manos del crítico de cine y escritor Béla Balázs, quien, con ayuda del guionista más importante de Alemania, Carl Mayer, le dio forma de guion cinematográfico. A partir de aquí Riefenstahl consiguió levantar el proyecto asignándose ella misma las labores de actriz protagonista, directora y productora pese a no tener ninguna experiencia en esos últimos campos y no contar con el apoyo de ningún gran estudio.

Pero su inexperiencia quedaba compensada por su carácter. Riefenstahl era una mujer fuerte, tenaz, con grandes dotes de persuasión y que, lo más importante de todo, sabía rodearse de la gente adecuada – algo que como sabemos se puso de manifiesto en solo unos años a unos niveles éticamente más reprobables. De alguna forma Riefenstahl convenció a Balázs para que participara en el rodaje filmando las escenas en que ella actuaba. También incluyó en esta aventura al director de fotografía Hans Schneeberger (viejo conocido y compañero de aventuras de algunos de los peligrosos rodajes de filmes de montaña con Arnold Fanck) y al productor y examante suyo Harry Sokal para que aportara la financiación y distribución. Estas cuatro personas fueron las responsables de que el filme que se conocería como La Luz Azul (Das Blaue Licht, 1932) saliera adelante… si bien cuando se reestrenó años después varios de ellos habían emigrado de Alemania por ser judíos y Riefenstahl quitó sus nombres de los créditos, adjudicándose ella todo el mérito.

Ambientada en los Alpes, La Luz Azul tiene como protagonista a Junta, una joven montañesa que vive cerca de la aldea de Santa María, donde una maldición asola a los habitantes del pueblo. Cada luna llena una misteriosa luz azul emana del pico de una de las montañas que mueve a los jóvenes de la localidad a escalar hasta ella, pero todos han perecido en el intento. Junta, que vive en estado semisalvaje en una cabaña en la montaña, es la única que sabe llegar a lo alto del pico, y por tanto los pueblerinos la toman por una bruja y la atacan con piedras cada vez que la ven. Un día llega a la localidad un pintor que, fascinado por la joven, va a visitarla a su cabaña y pasa unos días con ella. Cuando en la siguiente luna llena Junta se dirige al pico de la luz azul, el pintor la sigue y descubre el camino que lleva hasta la cima, donde hay una cueva repleta de cristales preciosos que son los que generan esa luz azul. A su retorno al pueblo desvelará a los habitantes el camino para llegar allá arriba, pero eso tendrá consecuencias trágicas.

Pese a ser una película ambientada en paisajes montañosos que destaca entre otras cosas por la hermosa fotografía de sus paisajes, es un error considerar La Luz Azul como un bergfilm similar a los que Riefenstahl había filmado junto a Arnold Fanck años atrás. Los filmes de Fanck eran obras de aventuras de estilo estrictamente realista que mostraban la belleza de la naturaleza pero también los peligros que entrañaba, y suponían también un canto a los valores del alpinismo (valentía, lealtad, sacrificio e, incidentalmente, no robarle la chica a tu compañero). El debut de Riefenstahl a la dirección iba por otro camino. Se trataba de un cuento con una metáfora obvia detrás que contraponía la pureza de la naturaleza en contraste con la corrupción del mundo de los hombres.

En ese sentido es obvio que el personaje de Junta era una encarnación de cómo se veía la cineasta a si misma o, al menos de cómo le gustaría que la vieran los demás, y de hecho retrospectivamente en entrevistas remarcaría lo identificada que se sentía con este personaje: una joven inocente, pura, en conexión con la naturaleza, atacada injustamente por el resto de hombres y con un trágico desenlace. Obviamente la realidad es que Junta no se parece nada a como era Riefenstahl, pero eso para mí hace esta obra más fascinante, ya que siento debilidad por los filmes que sirven de vehículo egocéntrico para que un artista se muestre a si mismo de una forma idealizada y totalmente fuera de la realidad. Este tipo de filmes tienen además una curiosa tendencia a la autoinmolación, a mostrarse como personas víctimas de ciertas injusticias que acaban siendo sacrificadas en un mundo demasiado cruel para ellos. Me vienen a la mente películas tan dispares en contenido y calidad como Quemado por el Sol (Utomlennye solntsem, 1994) de Nikita Mikhalkov, una certera crítica al stalinismo con un protagonista que es imposible que resulte más simpático, carismático y entrañable, o por descontado The Room (2003) de Tommy Wiseau, que lleva eso a extremos tan delirantes hasta convertirla en una de las peores películas de la historia, algo sobre lo que me he explayado en otros medios.

El caso que nos ocupa por suerte está más cerca en cuanto a calidad al ejemplo de Mikhalkov que al de Wiseau, ya que con sus defectos La Luz Azul me parece un notabilísimo debut en que sus carencias para mí quedan totalmente compensadas por sus logros. Si los personajes y situaciones es cierto que son muy esquemáticos, a cambio el tono de cuento permiten perdonar que la historia sea básica y algo predecible. Y si bien Riefenstahl, mal que le pese, tenía sus limitaciones como actriz, tanto Balázs como Schneeberger consiguieron captar su belleza con ese aura de misterio que envuelve al personaje de Junta.

De hecho, más que recordarme a los bergfilm de Fanck, La Luz Azul me hace pensar en cierto cine europeo de los años 30 que ambientaba sus historias en entornos rurales como Reka (1933) de Josef Rovenský o Rapt (1934) de Dimitri Kirsanoff, algo que se enfatiza además en la inspirada decisión de utilizar aldeanos de verdad como secundarios o extras, a los que además Riefenstahl se esmera en retratar en primeros planos que le dan una autenticidad extra a la cinta.

En otras ocasiones el filme me hace pensar en algunos ejemplos del primer cine sonoro en que el tratamiento de la banda sonora hacía que las películas tuvieran algo de extraño e irreal: el hecho de que algunos efectos de sonido no se escuchen y otros sí, los diálogos a veces precariamente grabados, la música utilizada en ocasiones todavía como si fueran filmes mudos… En ese aspecto para mí el exponente más claro es la fascinante Vampyr (1932) de Dreyer, que se beneficia de esa sensación de extrañeza al ser un filme de terror. Y en este caso creo que el tono de cuento o leyenda también juega a favor de ese estilo.

Por otro lado hay un factor esencial a tener en cuenta y es el hecho de que, al ser La Luz Azul una obra independiente y no tener Riefenstahl experiencia como directora, durante su rodaje ésta y su cámara Schneeberger pudieron permitirse hacer todo tipo de experimentos en escenas que un director experimentado habría filmado de forma más convencional. Ella animó a su director de fotografía a hacer pruebas con diferentes tipos de filtros y lentes, y lograron así una película que incluso sus detractores deberán admitir que es una maravilla a nivel fotográfico.

Como hemos visto, Riefenstahl compensó que éste fuera su debut con una valiosa ayuda en el apartado de guión y dirección, pero otra cosa fue el montaje. Aparentemente la primera versión editada por ella era un desastre, algo incluso medio reconocido por una cineasta que en general nunca ha sido proclive a admitir sus errores y defectos. Según parece, este montaje inicial tenía un estilo rígido y sin ritmo, que no fluía, y la historia apenas se entendía (lo cual tiene cierto mérito dada su simpleza). La productora pidió entonces ayuda al maestro de Riefenstahl, Arnold Fanck, quien había rechazado el proyecto meses atrás. Éste no solo rehizo el montaje sino que le explicó los secretos esenciales de la fase de edición a una Riefenstahl inicialmente indignada porque le quitaran su proyecto de las manos, pero luego más abierta a escuchar al darse cuenta de que en realidad le estaban salvando la película.

Leni Riefenstahl demostró ser una excelente alumna. Lo que inicialmente fue un proyecto para dar continuidad a su estancada carrera de actriz acabó siendo un notable debut en que aprendió las nociones de dirección, fotografía y montaje que luego aplicaría de forma magistral en sus posteriores documentales, los cuales la elevarían hasta convertirse en una de las cineastas más destacadas de Alemania. Es cierto que La Luz Azul no fue el gran éxito que ella esperaba, pero tampoco tuvo mala taquilla, fue muy bien recibida en el extranjero y contó entre sus más fervientes admiradores un tal Adolf Hitler, que quedó tan impresionado que años después le encargaría la dirección de unos documentales vinculados con su partido político pese a que Riefenstahl era aún una novata como directora. Pero ésa es otra historia.


Si quieren leer más sobre Leni Riefenstahl quizá les interese el artículo que este Doctor le dedicó en Quadern de les Idees y que pueden encontrar aquí (en catalán).

3 comentarios

  1. De Riefenstahl tan solo he visto los dos documentales El triunfo de la voluntad y Olimpiada que realizó de exaltación al nazismo y con una perfección formal que hace de su análisis un reto. Cine y propaganda, un binomio muy interesante para investigar. De su filmografía como actriz y directora solo he leído artículos, algunos tan atractivos como los tuyos.

    Es interesante conocer siempre los procesos creativos y las evoluciones de algunos creadores que han tocado diversas facetas como ella: fotografía, actuación, dirección, guion, montaje…, y cómo se ha ido formando en cada disciplina, qué es lo que ha aportado o que era lo que mejor se le daba… Y también los apuntes sobre su personalidad.

    En fin, que como siempre te he disfrutado leyéndote.

    Beso

    Hildy

  2. Por cierto, se me ha olvidado en el comentario anterior decir que me ha llamado la atención cuando comentas que «siento debilidad por los filmes que sirven de vehículo egocéntrico para que un artista se muestre a sí mismo de una forma idealizada y totalmente fuera de la realidad».  Y has nombrado una película que me gusta muchísimo, Quemado por el Sol (Utomlennye solntsem, 1994) de Nikita Mikhalkov. Y me ha llamado la atención porque, desde luego, es un tema con mucho jugo. Superinteresante. No me importaría leerte un texto sobre este tema en cuestión, la verdad.

    Beso

    Hildy

    1. Hola Hildy,

      ¡Muchas gracias! Lo de las películas plagadas de cierto egocentrismo da mucho juego porque ves claramente qué imagen quieren proyectar los artistas de si mismos, y por supuesto eso no va reñido con la calidad del filme. Sin ir más lejos para mí otro ejemplo clarísimo es Candilejas de Chaplin. Sí que daría juego para un texto, agradezco la sugerencia.

      Un abrazo.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.