Medalla Roja al Valor [Red Badge of Courage] (1951) de John Huston


Resulta más que significativo el que existan tan pocas películas sobre la cobardía. O, si concretamos mejor, películas sobre la cobardía que no acaben con el protagonista venciendo sus miedos y convirtiéndose en un hombre valiente. La cobardía es poco cinematográfica si no deviene en un relato ejemplarizante de superación personal. Pero paradójicamente es mucho más realista que los cientos de relatos bélicos que disfrutamos y nos ha ofrecido el cine. De eso trata de entrada Medalla Roja al Valor (The Red Badge of Courage, 1951), un filme de John Huston que a veces ha sido añadido a esa fatídica lista de obras que fueron hipotéticas obras maestras en su primer y extenso montaje, pero que luego quedaron empequeñecidas tras un remontaje que reducía radicalmente su duración (ése sería el caso también de La Vida Privada de Sherlock Holmes (The Private of Sherlock Holmes, 1970), una película que si bien es magnífica en su versión actual parece ser que Wilder concibió en un montaje original mucho más ambicioso como la gran obra de su carrera).

La historia de la producción de dicha película va como sigue: John Huston se interesó por la novela de mismo título que explicaba la historia de un joven soldado de la Guerra de Secesión que, ante el miedo de enfrentarse a su primer combate, huye justo antes de entrar en acción convirtiéndose en un desertor. Huston se volcó en el proyecto a fondo y realizó un primer montaje de dos horas y cuarto que muchos de los que lo vieron calificaron de excelente o incluso de obra maestra. Desafortunadamente, el preestreno con público fue un absoluto desastre en que muchos espectadores dejaron la película a medias. El estudio, asustado, empezó a meterle tijeretazos e hizo algunas modificaciones que ahora comentaremos. Huston, en vez de defender el filme, se desentendió al encontrarse enfrascado en un proyecto que le interesaba mucho más: La Reina de África (The African Queen, 1951), ya que su rodaje en exteriores en África le permitiría aprovechar para ir de cacería de elefantes entre toma y toma, algo que mucho me temo le parecía más prioritario que salvar su anterior filme del que estaba tan orgulloso. De forma que el propio creador de Medalla Roja al Valor abandonó su creación a su suerte dejando que los productores la redujeran a apenas 70 minutos.

De entrada no nos dejemos seducir por la mitología hollywoodiense. Es más que probable que en su primer montaje Medalla Roja al Valor fuera efectivamente mucho mejor, pero tampoco apostaría mi dinero a que fuera una obra maestra perdida. Por poner un ejemplo, el metraje que nos ha llegado a día de hoy de Avaricia (Greed, 1924) ya configura en sí mismo una obra maestra, y los fotogramas sueltos y las subtramas de guion de lo que quedó fuera hacen intuir una película aún más rica y compleja que nos confirma las sospechas de que, esta vez sí, nos perdimos un filme excepcional. En cambio, lo que podemos ver de Medalla Roja al Valor es una obra notable con bastantes rasgos positivos pero también con otros que no acaban de funcionar tan bien.

En primer lugar, Huston, que participó en el frente de la II Guerra Mundial como documentalista, quiso dotar al ambiente bélico de esta recreación de la Guerra de Secesión el máximo realismo posible. Ése es uno de los aspectos más destacables de la película, con ese estilo de dirección que recuerda a la manera de filmar documentales en que la cámara se mueve libremente entre los personajes casi como si fuera uno más. Del mismo modo, las escenas bélicas recrean muy bien la sensación de caos que se debe vivir en el frente. La incertidumbre de no saber cuándo ni cómo atacará el ejército contrario, la continua polvareda envolviendo a los soldados, la presencia del enemigo cada vez más peligrosamente cercana, el caos sonoro de tiroteos y gritos, la desorganización en el momento del ataque con soldados huyendo para atrás despavoridos… Estas primeras breves escenas bélicas son de lo mejor del filme porque recrean esa sensación de irrealidad que transmiten las guerras alejada de la épica más o menos ordenada pero falseada que suele mostrar el cine. De hecho el primer combate se resuelve en un par de tiroteos y se hace saber a los soldados que han ganado esa batalla. Todos se sienten bien pero realmente no han hecho nada heroico. ¿Eso era todo? A veces sí.

A cambio la otra decisión que tomó Huston para darle más realismo a la película no siempre funciona tan bien: el utilizar o bien a intérpretes no profesionales o bien a actores totalmente desconocidos. Para el papel protagonista utilizó pues a Audie Murphy, uno de los soldados más condecorados en la II Guerra Mundial que por entonces estaba iniciando una carrera como actor en Hollywood. Desafortunadamente si bien Murphy sirve para otorgar al protagonista el rostro de un americano casual y no el de una carismática estrella de Hollywood, sus dotes interpretativas son limitadas. No creo tampoco que perjudique a la película, pero sin duda no aporta a su favor.

A esto hay que sumarle el que es el gran defecto del filme, que es la súbita transformación del personaje protagonista desde que deserta hasta que se reincorpora su regimiento, haciéndoles creer a todos que él también estuvo en el combate. Avergonzado por su anterior cobardía, su personaje se vuelve entonces un bravucón con ganas de ir a por todas, para demostrar a sus compañeros y a si mismo que ya no tiene miedo. La idea puede resultar creíble, pero no lo es en la forma como Huston la ejecuta… o al menos no en la forma como se muestra en el montaje que nos ha llegado. Ese súbito cambio de actitud es tan marcado que parece falso, y el actor por otro lado no consigue aportar el componente psicológico necesario para que resulte más creíble. En consecuencia, el filme acaba volviéndose en otro relato de joven-cobarde-que-demuestra-lo-que-vale-realmente, perdiéndose así el aspecto potencialmente más interesante de la trama inicial, que era una historia sobre la cobardía.

No quiere decir eso que la película se venga abajo. Huston sigue filmando con excelente pulso las últimas escenas bélicas y creo que capta muy bien el ambiente de camaradería entre soldados, si bien a veces los comentarios que éstos intercambian me parecen algo tópicos. La ausencia de rostros desconocidos es muy valiente (una excepción es la sorpresiva aparición del secundario de oro Andy Devine en un papel breve pero encantador) y creo que en general funciona bien pese a las limitaciones interpretativas de algunos de ellos.

Además aún nos quedan algunos pequeños detalles reseñables que sobrevivieron a la masacre de la sala de montaje: los planos tan líricos de las copas de los árboles vistas a través de los rayos del sol (¿por qué matarse aquí los unos a los otros cuando el mundo es tan hermoso?), el general visitando a las tropas antes del ataque y repitiendo exactamente las mismas bromas en cada sector fingiendo una desenvoltura que descubrimos que en realidad es pura fachada para tranquilizar a los soldados, o el encuentro nocturno a las afueras del campamento entre el protagonista y un soldado enemigo a quien no llegamos a ver, durante el cual el segundo le pide a nuestro «héroe» que simplemente cada uno siga su camino sin atacarse mutuamente y se despide irónicamente deseando que éste no se gane ninguna medalla, porque eso querría decir que ha matado a muchos miembros de su bando.

Es una pena que la hora que nos falta de metraje no nos permita saber si ahí la evolución del protagonista habría funcionado mejor, ya que nos consta que por el camino se suprimieron un par de batallas más en que quizá se habría visto este cambio de forma progresiva. Sí que sabemos que el irritante narrador no estaba en el montaje inicial y que la que todos consideraban que era con diferencia la mejor escena del filme se quedó fuera. Es una secuencia en que moría el soldado que el protagonista se había encontrado entre la fila de heridos y que insistía en darle conversación, encarnado por Royal Dano. Según comentan los que vieron la escena, Dano realizó aquí una interpretación absolutamente colosal y que ponía los pelos de punta, hasta el extremo de que muchos se atrevieron a predecir que este papel secundario lanzaría su carrera. Desafortunadamente se ve que la escena era demasiado realista y cruda para lo que estaba acostumbrado el público de la época y se suprimió por completo (si se fijan, en el montaje actual dicho personaje desaparece literalmente de una escena a otra). De esta forma el estudio despojó al filme de su momento más sincero y a Royal Dano de su gran oportunidad como actor, relegándole por tanto a papeles secundarios durante el resto de su vida.

¿No es una pena que en aquellos años no existiera aún el concepto de comercializar posteriormente «el montaje del director»? Imaginen: El Cuarto Madamiento (The Magnificent Ambersons, 1942) con su duración y final originales, La Noche del Demonio (Night of the Demon, 1957) de Jacques Tourneur sin los fatídicos planos añadidos del monstruo de cartón piedra y Medalla Roja al Valor con la famosa escena de la muerte de Royal Dano. Ay, es inevitable fantasear todo lo que podríamos haber rescatado…

4 comentarios

  1. Casualmente este fin de semana leí sobre todo el proceso que resumes de montaje y desmontaje de esta peli. Hace no mucho que la vi y tengo que decir que me dejó muy buena impresión y que si no hubiera sabido de lo pasó con ella en posproducción no lo hubiera imaginado, porque las imperfecciones y «baches» narrativos son bastante característicos del cine de Huston, exceptuando sus mayores obras maestras. Vamos, que la doy por buena o muy buena. Y además quedó cortita, con lo que me gusta a mí eso.

    Un abrazo

    1. ¡Seguimos con las misteriosas casualidades amigo Manuel! Coincido en que si uno la ve sin saber lo que sucedió el filme funciona perfectamente, y tampoco da la sensación de que se quede corto en el tema más allá de que la evolución del personaje para mi gusto es muy súbita (algo que, por otro lado, desconozco si el metraje adicional subsanaría). De hecho curiosamente vi hace poco otro filme de esa época al que le sucedió lo mismo y del cual su autor decía que habría sido una de las grandes obras de su carrera de haberse respetado el montaje original, pero en ese caso sí que creo que los recortes, pese a ser menos que en los de este filme, se notan mucho en el resultado final. En unas semanas lo traeré por aquí.
      Un saludo.

  2. ¡No he visto esta película de John Huston, un director del que me he visto prácticamente todo, pero del que aún me quedan cosas por ver como dicha película!
    Me gusta mucho cómo planteas el tema de la cobardía en el cine y he pensado en películas en que el personaje cobarde no se redima después y me han salido dos: uno de los personajes de Senderos de Gloria, que lleva a uno de sus compañeros (testigo de su cobardía) al juicio. Y la otra, una película impresionante de Aldrich: ¡Ataque!
    Y también ese tema de los montajes…, jo, tal y como lo planteas, efectivamente qué ganas de ver los montajes de los directores de ciertas películas que han llegado mutiladas hasta nosotros. Todas las que nombras no me importaría verlas tal y como las tenían pensadas sus directores.
    Yo por las películas de Huston siento una predilección especial. Me llama poderosamente la atención cómo tiene verdaderas obras maestras y otras que se nota que hizo simplemente por mantenerse. Pero tiene películas que adoro, incluso algunas de sus pelis claramente realizadas por ganar un dinero como «Evasión o victoria», tan emocionante y entretenida (el único partido de fútbol que he visto en mi vida, jajajaja). Y fue un director que dejó una de las despedidas más bonitas: Los muertos. Miro su filmografía y hay tantas películas de Huston que no me canso de ver. La noche de la iguana, Reflejos de un ojo dorado, Vidas Rebeldes, Los que no perdonan, Solo Dios los sabe… Ayyyyy, que no paro.

    Beso
    Hildy

    1. Hola Hildy,

      Sobre el tema de la cobardía… ¡imperdonable que olvidara los dos filmes que citas, especialmente el de Kubrick!

      Y si has visto la mayor parte de la filmografía de Huston entonces habrás visto bastantes películas cuestionables, porque algo que me fascina de él es, como bien señalas, su forma de pasar sin ningún tipo de pudor de grandes obras o filmes muy personales a otros que tienen toda la pinta de ser espantosos. Que todos los cineastas han tenido que hacer películas por motivos alimenticios, cierto, pero en el caso de Huston parece que cuando se daba el caso se lanzaba a cualquier tipo de proyecto sin importarle lo horrible que fuera. Eso no quita que para mí sea uno de los más grandes.

      Coincido contigo eso sí en que tiene uno de los mejores cierres de filmografía de la historia, por calidad y por lo apropiado del tema… e incluso el tono, todo. Qué película tan bella y especial que es Dublineses. Era todo un personaje el señor Huston. Destilaba ese carácter de macho arrogante pero en algunas de sus obras desprendía una sensibilidad finísima.

      Un saludo.

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