Robert Wise

Nadie Puede Vencerme [The Set-up] (1949) de Robert Wise

A veces creo que uno de los ejercicios que se le debería dar a todo estudiante de cine, y más concretamente de guion, es visionar y analizar algún ejemplo de esas películas de serie B de los años 40 hechas con pocos medios y con excelentes resultados. El caso más paradigmático es obviamente Detour (1945) de Edgar G. Ulmer, pero creo que funcionaría mejor como ejemplo de lo que quiero decir un filme tan notable como Nadie Puede Vencerme (The Set-Up, 1949) de Robert Wise. En primer lugar porque, a diferencia de la película de Ulmer, no se hace tan visible su precariedad y se nota que tiene un presupuesto más holgado, aunque sin salirse de la estética de serie B. Y en segundo lugar por su forma de concretar la acción en unos pocos escenarios muy específicos. También juega a su favor el ser uno de esos filmes centrados en un periodo de tiempo muy limitado, que creo que le da una sensación de inmediatez que encaja muy bien con su breve duración y el tono a veces algo apresurado de cierto serie B.

Stoker Thompson es un boxeador de poca monta ya veterano que espera para jugar un combate esa noche contra un joven desconocido. Su mujer Julie se ha negado a acompañarle porque está harta de presenciar en cada combate cómo le apalizan y le insiste para que se busquen otro tipo de vida, pero Stoker se aferra al sueño de poder lograr todavía un éxito tardío pese a su edad. Lo que no sospecha es que su mánager Tiny ha hecho un trato con un gangster para amañar el combate y que Stoker se deje perder. Tiny, por pura avaricia, decide no hacerle conocer a Stoker el arreglo, confiando que éste perderá incluso luchando en serio y así no tendrá que compartir con él parte del soborno, pero el problema es que Stoker decidirá darlo todo.

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El Regreso de la Mujer Pantera [The Curse of the Cat People] (1944) de Robert Wise y Gunther von Fritsch


Pocas historias del entramado del Hollywood clásico me parecen más apasionantes que la de ese productor llamado Val Lewton que consiguió colar durante años a la RKO unos cuantos proyectos fascinantes bajo la apariencia de películas de terror de serie B. Porque a día de hoy creo que no puede haber ninguna duda de que Yo Anduve con un Zombie (1943) no se trata de un filme de zombies como anuncia el título, sino uno de las películas más hermosas y mágicas de la historia del cine, o que El Regreso de la Mujer Pantera (1944) puede ser muchas cosas, pero desde luego no una película de terror.

Animados por el enorme éxito de La Mujer Pantera (1942), la RKO se había lanzado a explotar este filón de filmes de terror baratos y rentables con algunas secuelas que presuntamente debían ser meras continuaciones facilonas de dicho argumento, como El Hombre Leopardo (1943) o la película que nos ocupa hoy. De haber hecho ese encargo a cualquier otro productor, el resultado habrían sido unos cuantos filmes hoy día olvidados por todo el mundo salvo por los fanáticos de la serie B. Pero lo que hizo Val Lewton fue pasarse por el forro las indicaciones del estudio y llevar esos argumentos a su terreno.

El filme que nos ocupa retoma a los protagonistas de La Mujer Pantera, Oliver y Alice, que llevan años casados y viven en un idílico barrio residencial con su hija de seis años, Amy. El problema está en que Amy parece tener problemas para hacer amigos por su carácter introvertido y su tendencia a vivir en su propio mundo de fantasía, algo que molesta especialmente a su padre. Una tarde, Amy se acerca a una extraña casa desde la que una misteriosa anciana le lanza un anillo como regalo. La niña cree que ese anillo es capaz de cumplir sus deseos y con él invoca a una amiga, que se le aparece con el aspecto de Irena, la anterior mujer de Oliver que murió años atrás en los sucesos explicados en la célebre película de Jacques Tourneur.

Muy probablemente El Regreso de la Mujer Pantera sea una de las secuelas más engañosas de la historia del cine. Un filme que virtualmente no tiene nada que ver con la primera parte más allá de retomar a los protagonistas, lo cual de hecho no deja de ser una excusa, puesto que la historia podría funcionar perfectamente con otros y los vínculos con la película anterior son totalmente superficiales. De entre todas las películas que Val Lewton produjo en la RKO creo que en ninguna se nota de forma tan descarada la diferencia entre lo que le encargó el estudio y lo que él entregó; se le pidió otro filme de terror siguiendo la estela de la obra maestra de Tourneur, y lo que Lewton produjo es en realidad uno de los mejores dramas que se han hecho sobre la soledad en la infancia.

En realidad Lewton estaba explicando su historia, porque según parece el personaje de Amy está inspirado en cómo era él de pequeño (la anécdota en que la niña utiliza el hueco de un árbol como buzón es una historia real de la infancia de Lewton). Por tanto, lo que debía ser una película de terror acaba siendo un filme de una conmovedora sensibilidad dirigido con mucho tacto y belleza por Robert Wise en su debut como director sustituyendo a Gunther von Fritsch cuando se hizo obvio que éste iba a pasarse de calendario y presupuesto (si algo quería la RKO de su equipo de serie B era que cumplieran los plazos establecidos, la calidad era algo secundario).

La cinta tiene un tono ensoñador y extraño que encaja muy bien con el mundo en que está sumergida la protagonista, como queda de manifiesto en sus encuentros con esa extraña anciana que le narra de forma teatral la terrorífica leyenda de Sleepy Hollow y que le hace el vacío a su propia hija tildándola de impostora. Sabiendo que en teoría es una secuela de La Mujer Pantera y teniendo en cuenta que aun hoy día en algunos sitios se encuadra equivocadamente El Regreso de la Mujer Pantera dentro del género de suspense y similares, uno esperaría que la misteriosa historia de esta anciana o el hecho de que la amiga imaginaria de Amy sea Irena acabarán conduciendo la trama hacia un tono de intriga. Pero nada más lejos de la realidad, la puesta en escena de Wise prioriza el tono fantástico sobre lo terrorífico y consigue retratar muy bien el universo infantil de su protagonista.

De hecho al final el conflicto en realidad está más entre Amy y su padre Oliver, quien está especialmente molesto porque su hija no juegue con otros niños y viva en ese mundo de fantasía. Lo curioso es que en el fondo su hija parece en cierto modo un reflejo de su padre, con hobbies solitarios como la construcción de barcos en miniatura y una cierta tendencia a lo fantasioso que se refleja en su continuo temor a que el espíritu de Irena siga acechándolos, algo que su mujer (mucho más práctica y racional) descarta por absurdo. En ese sentido, al guion parece importarle poco lo que sucede en la esfera de los adultos más allá de Amy, como queda de manifiesto en su relación con la misteriosa anciana, en que al final nunca llegamos a saber por qué la madre considera a su hija una impostora. Nada de eso importa más allá de la relación que mantiene Amy con la anciana y con su hija, que la odia por haber ocupado su rol.

Desconozco qué cara se le debió quedar al público de la época cuando acudió a ver la película bajo la promesa que sugerían tanto el título como el cartel de una secuela de La Mujer Pantera (de hecho el póster es maravillosamente engañoso con la figura de esa misteriosa pantera que en realidad jamás aparece ni tangencialmente en toda la cinta). Y de la misma forma me fascina que aún hoy día haya sitios en que se clasifique este filme como una obra de suspense o intriga, lo cual demuestra lo persistente que es la gente en aferrarse a las primeras impresiones que tiene de un producto. Vista hoy día como una obra sin nada que ver con el filme precedente en cuanto a género o estilo y teniendo que disculparle su engañoso título, El Regreso de la Mujer Pantera es una de las joyas ocultas del Hollywood clásico por descubrir.

Apuestas contra el Mañana [Odds Against Tomorrow] (1959) de Robert Wise

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Antes de alcanzar la fama con grandes producciones como West Side Story (1961) o Sonrisas y Lágrimas (1965), el eficiente Robert Wise ya se había labrado una carrera comenzando en la serie B y en films de poco presupuesto, donde demostró su saber hacer como director que le permitiría ascender hasta encargarse de películas de mayor categoría. Apuestas Contra el Mañana es el último eslabón que une a Wise con ese pasado vinculado al film noir.

El argumento es la clásica historia de atraco perfecto, en este caso orquestado por Ed Begley, un antiguo policía que decide fichar a Earl Slater (un ex-criminal de carácter violento) y a Johnny Ingram (un músico de jazz ahogado de deudas por su afición al juego). Pero hay un pequeño problema: Johnny es afroamericano y Earl un racista reacio a trabajar con un negro.

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En mi opinión la mayor virtud de Apuestas contra el Mañana es, aparte de su tratamiento del problema del racismo, la forma como el film se centra en la vida de los protagonistas antes del atraco. De hecho se nota que ésa es también la intención del guionista, que dedica una cantidad insólita de metraje a detallarnos el día a día de Earl y Johnny. No solo los hechos concretos que les llevan a participar en el atraco, sino aquellos que nos permiten comprender la situación y el carácter de cada personaje.

Por ejemplo, en el caso de Earl se nos muestra su carácter violento en la escena en que se enfrenta a un chico en un bar. Cuando el chico se pavonea ante él, al principio es reacio a pelearse, pero una vez le noquea descubre consternado cómo todos le recriminan haber atacado a un pobre chaval. Earl es un ser asocial que no consigue encajar en ninguna parte, que incluso cuando sale victorioso de un enfrentamiento que él no ha provocado es recriminado por no controlar su fuerza. Eso sumado al hecho de depender económicamente de su amante le convierte en un ser potencialmente peligroso, alguien frustrado al estar atrapado entre su orgullo y su incapacidad de encajar en la sociedad.

Johnny por otro lado es el clásico ejemplo de hombre con una forma de vida que no sabe controlar. Así como la escena que creo que mejor define a Earl es su enfrentamiento en el bar, en el caso de Johnny creo que la que mejor le define es el breve encuentro en casa de su ex-mujer para recoger a su hija. Su antigua esposa intenta llevar una vida respetable que Johnny menosprecia, y resulta obvio que la pareja sigue queriéndose, pero ella es reacia a volver a él por miedo a que la arrastre consigo a ese mundo.

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Otro aspecto a destacar de la película es la filmación en escenarios reales, de forma que acaba constituyendo también un retrato del Nueva York de la época. Este entorno le otorga un mayor realismo a la película que contrasta con la puesta en escena más expresionista de Wise, repleta de claroscuros y planos tomados desde ángulos poco habituales que fomentan esa sensación de tensión que viven los propios personajes.

Mi escena favorita de hecho son los minutos antes del atraco, que se apoyan principalmente en los escenarios reales y en la idea de dar más importancia a lo que precede al atraco que el robo en sí mismo. Son unos planos que pueden parecer algo fuera de lugar porque detienen momentáneamente el flujo narrativo y no aportan información valiosa a la historia. Simplemente se centran en la tensa espera de los personajes mientras vagabundean por un río o calles sucias. Es en cierto sentido el momento más puramente cinematográfico del film, ya que se basa únicamente en las imágenes y nos transmite con ellas la situación de los personajes, que divagan sin rumbo por paisajes derruidos y abandonados.

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Del reparto de la película destaca con luz propia Robert Ryan, que borda el personaje del antipático y racista Earl, cuyo carácter nos puede recordar al violento policía que encarnaba en la magnífica La Casa en la Sombra (1951) de Nicholas Ray, también incapaz de controlar sus impulsos violentos. El contrapunto lo ofrece Johnny Bellafonte, que al ser el productor de la película nos obliga a verle interpretando algunas canciones. Por suerte la actuación no se hace aburrida gracias a como se integra en el film, como una forma de mostrar la frustración creciente del personaje.
En los papeles secundarios encontramos también nombres muy interesantes como los de Shelley Winters, Gloria Grahame (en una aparición breve pero inolvidable seduciendo a Earl) y Ed Begley.

Por último solo cabe destacar la última escena, con su reflexión antiracista que quizá hoy día nos pueda parecer algo obvia pero aún así resulta tristemente necesaria. Un trabajo muy equilibrado e impecable.

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