En la segunda mitad de los años 30, Alfred Hitchcock consiguió emerger como el cineasta más destacado de la industria británica gracias a una serie de filmes de suspense que tuvieron un gran éxito incluso más allá de sus fronteras. Como es natural, en ese punto no tardaron en llegar diversas ofertas de Hollywood, y mientras el popular director iba sopesando cuál le resultaba más conveniente, cayó en sus manos un nuevo proyecto que parecía tan expresamente diseñado para él que resulta chocante saber que en realidad ya tenía vida propia e inicialmente iba a ser dirigido por otro equipo.
La historia de Alarma en el Expreso (The Lady Vanishes, 1938) había sido escrita por la pareja de guionistas Sidney Gilliat y Frank Launder basándose en una novela de misterio que sucedía mayormente a bordo de un tren en un país extranjero. El punto de partida se desencadena cuando Iris, una joven de la alta sociedad que va a Londres a casarse con su prometido, sube al tren con una anciana también inglesa, Miss Froy, después de haber recibido un golpe aparentemente accidental en la cabeza. Tras dormir un rato, al despertar Iris descubre que Miss Froy ha desaparecido, pero cuando pregunta al resto de pasajeros si la han visto, todos aseguran que dicha anciana en ningún momento subió al tren y que todo es fruto de su imaginación. Iris se niega a creerlo y empieza a investigar lo que ha sucedido junto a Gilbert, un excéntrico etnomusicólogo.










